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El Pueblo: Casa Típica, Chozos, Cuevas….

Casa Típica

Casa Típica

Casa Típica de Gavilanes

La casa típica de Gavilanes responde a las necesidades de pueblo serrano de la comarca. Generalmente consta de tres pisos: planta baja, media y «sobrao». Los materiales usados son: piedra granítica poco o nada labrada para los bajos y adobes alternando con madera para la media y sobrao. En el exterior, y adosada a la fachada, siempre había el «poyo», un paralelepípedo de granito que lo mismo servía para que los dueños se sentaran a tomar el sol en invierno o pasar horas de charla al fresco en las noches veraniegas, o servirse de él para montar en las caballerías. En la fachada nunca falta una argolla de hierro para atar el burro o caballo.

La puerta de acceso es de una sola hoja, dividida en dos horizontalmente. Construida con tablones de castaño, dispuestos en vertical y reforzados por clavos de hierro con grandes cabezas simulando pétalos, se cierra con tranca la inferior y cerrojo la media superior.

En la inferior, y en un extremo de ella, había un agujero circular abierto, la «gatera», para que los gatos y gallinas pudiesen salir y entrar, independientemente que la puerta estuviese cerrada.

Esta fachada baja suele llevar una o dos ventanucas con rejas de hierro. El exterior está en su totalidad enjalbegado.

Planta Baja.

Consta esta planta de tres piezas: patio, cuadra y bodega. Al entrar nos encontramos con la escalera de peldaños de madera que conduce al piso superior y el amplio patio empedrado de cantos rodados, y en uno de sus extremos el rimero de leña; en las paredes cuelgan, hoces, guadañas, sogas, y arrimados a sus paredes, horcas, rastrillos, serones, cestas y coanillos de mimbre, así como toda la parafernalia de aperos de labranza.

Otra pieza es la bodega. Ringleras de tinajas de barro, adosadas a la pared, contienen el vino de pitarra; junto a ellas, un cuadrilátero de cemento con un sumidero en su centro para recoger el mosto de las uvas pisadas: la lagareta. El suelo es de tierra apisonada y sobre ella se amontonan cestos con higos y castañas, garrafas de vino añejo, artesas para la matanza, amén de otros prácticos y sencillos útiles. Del techo, colgados de garfios y varas, penden jamones, chorizos, lomos y demás productos de la matanza ya curados.

El tercer habitáculo se llama cuadra. Esta pieza no suele tener ventilación, por lo que sus efluvios no son precisamente muy deleitosos. Los cerdos, el borrico y alguna vaca comparten espacio y compañía; un artilugio de rollos de madera pende de la pared, lleno de heno, donde las gallinas duermen y hacen sus nidadas. En el suelo, una artesa de madera sirve de comedero a los cerdos, y en el rincón más oscuro, la cama hecha de válago para cerdo y asno. En algunas casas esta cuadra se comunicaba con el corral, espacio al aire libre techado por frondosa parra y pozo berroqueño.

Planta Principal.

La escalera da acceso a la pieza más amplia e importante de la vivienda: la cocina, centro sobre el cual gira toda la vida de sus habitantes. El suelo generalmente era de tablones de madera, y en algunas, de grandes tégulas de barro rojo cocido. A la izquierda de la entrada, el vasar con varias anaquelerías donde se alinean cazuelas de Sartajada, jarras y platos de Talavera; en la parte inferior, los cántaros y el botijo de agua fresca. Junto al vasar, una pequeña mesa panera para guardar los cubiertos y las hogazas. Enfrente, una pila de agua usada como fregadero.

Al fondo, la chimenea de amplia campana, donde penden candiles y algún pernil puesto a ahumar. El humero: pintado con barro negro. De un palo atravesado en la la campana penden las llares y de éstas la caldereta para cocer la talvina del guarrillo. El hogar, al centro, está construido con barro rojizo refractario y a ambos lados los morillos para sostener los leños; en el suelo, tenazas, puchero de la comida junto al fuelle, y colgados, candil de aceite y farol de velón. A la izquierda, aprovechando el hueco de la ventana, la alacena, donde se almacenaban alimentos perecederos, leche y quesos frescos de cabra. Se aireaba con un curioso artilugio de rejillas de madera que permitía una constante entrada y salida de aire. A la derecha del hogar, el escaño, mueble corrido fabricado en madera de nogal, y de múltiples usos; lo mismo servía para sentarse al fuego, cuna de recién nacido o cama para que el abuelo estuviese calentito en las noches de invierno. En el centro, una mesa de pino donde yantar toda la familia sentados en sillas de anea y paja entrelazada.

Las piezas interiores las componen la sala y los dormitorios. La sala es espaciosa y bien iluminada, con cómoda de espejo incorporado, cuadros de chillones colores y reproducción en litografía de La última cena de Rafael, y adosados a la pared, baúl ropero y armario de madera de castaño o nogal.

Rincón de Gavilanes

Los dormitorios o alcobas son estrechos, apenas espacio para una mesilla; la cama, de ruidosos latones y colchón de lana; orinal de loza oculto por los flecos de la colcha, y en un rincón, palanganero de loza sobre trípode de hierro con su respectiva palangana de metal. En la pared, un cuadro del Sagrado Corazón, enmarcado por amarillentas fotografías de cuando el dueño hizo la mili, fotos de boda, fiestas o recuerdos de abuelos y demás parientes.

El techo de esta planta es de cuarterones y tablas vistas. De él, en la cocina pendían transversalmente, y sujetos por garfios de hierro, los varales donde se secaban chorizos, morcillas, lomos y jamones. Por una puerta, al centro, se salía al balcón. El balcón es voladizo y construido en madera de pino y castaño. Algunos de ellos son verdaderos jardines colgantes, llenos de macetas con clavelinas, matas de hierbabuena, albahaca y geranios. En verano se le añadían varandales para exponer los higos al sol en paseras de mimbre.

El Sobrao.

Se accedía a él por empinada escalera y servía el sobrado para almacenar útiles y herramientas de uso poco cotidiano, así como almacén de patatas, calabazas, higos pasos, castañas y utensilios de la matanza, etc.

El tejado estaba sustentado por rollos de pino y cubierto por teja grande y ancha moruna.

El Chozo.

El chozo era la vivienda obligada de pastores, vaqueros y cabreros durante todo el estío y a veces en pleno invierno. Es la herencia que nos legaron nuestros antepasados los Vettones, pueblo celta que en el siglo v habitó estos lares. De planta circular, construido con piedras sin tallar hasta un metro de altura, se le techaba con capa de biélago, superponiéndole otra de retamas y piornos. Un poste de pino hincado en el centro sustentaba toda la estructura, cónica y en declive. Esta techumbre de ramas, puedo asegurar, que era lo suficientemente impermeable como para preservar a sus inquilinos de las inclemencias en todo tiempo. El piso era de tierra apisonada, y en un lateral, sobre una estructura de palos, el lecho de paja larga de centeno. El resto del espacio se dedicaba a hogar y almacén de útiles. Los asientos eran «tajos»: un madero aplanado al que se le incorporaban tres patas.

Cuevas.

En muchas casas del casco antiguo, y generalmente en la estancia dedicada a bodega, existe un hueco disimulado tras una tinaja u otro mueble, de aproximadamente 1 metro cuadrado, que da acceso a un túnel que recorre la mayoría del perímetro del pueblo. La galería, excavada en la roca, discurre por el subsuelo y de tramo en tramo se abre en estancias o salas de grandes proporciones, circulares, con poyos de piedras y hornacinas. Yo personalmente me introduje, hace años ya, por la gatera existente en la bodega de tío Francisco y logré llegar hasta debajo del Tinajero, comprobando distintos ramales y galerías con sus respectivas salidas a varias casas, e incluso en uno de éstos bebí agua purísima de una fuenta que por él discurría.

Me he preguntado muchas veces la utilidad de tales túneles y descartado que fuesen trojes o antiguas bodegas; no se me ocurre otra cosa que se utilizaran como refugio en estado de guerra u otra calamidad semejante… En fin, buen tema para algún paisano espeleólogo.

Barrios.

Varios son los nombres con que se conocen las diferentes barriadas del pueblo. Unos hacen referencia a su situación geográfica y otros a algún edificio o inmueble instalado en él. Así tenemos que el barrio situado al Norte se le conoce como barrio de Arriba o Tinajero (antiguamente, excavadas en la barrera allí existente, había diversas bodegas con tinajas, hoy cegadas por un tapial o muro de piedra). Al NO se ubica el barrio de las Cuestas. Al O, el barrio de la Iglesia; al SO, el de las Colmenillas; al S, el de la Barranca; el barrio situado al E (y no sé por qué razón) se le conoce como barrio de Abajo, y por fin, al NE, tenemos el Risquillo.

Fuentes.

Muchas y diversas son las fuentes que existen dentro del pueblo, y no podía ser de otra forma, al ser Gavilanes uno o el primero de los pueblos más ricos en caudal acuífero del macizo oriental de Gredos.

Como anteriormente dije, son muchas las casas antiguas que en su patio interior o cueva existe un pequeño manantial, llamado «pocillo», para el uso exclusivo de sus moradores. Fuentes públicas con pilón y caño son cinco: Fuente del Cotano, del Tinajero, del Pósito, fuente del barrio Abajo y de los Chorros. Existen otras dos en el extrarradio que por el frescor y pureza de sus aguas aún se suelen utilizar, y son: Fuente de Cullá y Canchón

Gargantas y Ríos.

Varias son las gargantas que discurren por el término del pueblo. La garganta de Las Torres nace en el puerto de Mijares, a 1.580 metros de altura y con una pendiente media del 8 %, reúne sus aguas en el Labradero con la segunda, conocida como garganta de Blasco Chico o de Los Chorrerones, y ya unidos los dos caudales caminan a desembocar sus aguas en el río Tiétar.

La garganta de Las Torres es rica en truchas y sus aguas movían, no ha mucho, varios molinos harineros, regando a su paso los prados de ambos pueblos, Mijares y Gavilanes. En su cauce existen charcos profundos conocidos con los nombres de El Calderas, donde todos los chicos de mi edad aprendimos a nadar; El Negrillo, de umbrosas aguas; charco de Laoysa y el magnífico, profundo y bello de El Tudón. En su discurrir por el llano riega las fértiles vegas antes de desembocar en el Tiétar.

La segunda garganta, Los Chorrerones o Blasco Chico, es más serrana y bravía que su hermana. Nace en el Arbollón, a los pies del Cabezo (2.188 metros), se nutre del arroyo La Cabrilla, atraviesa la dehesa de Blasco Chico y los Mestos, para precipitarse en hermosa cascada de 30 metros de altura que lleva por nombre «Chorrera de Blasco Chico», visible a varios kilómetros de distancia. Parte del cauce de esta garganta ha sido desviado artificialmente, formando en el lugar llamado «la Te» un pequeño pantano que, entubando sus aguas por una barrera de 300 metros de desnivel, sirve para la producción de energía eléctrica en la central conocida popularmente como «Casa de Máquinas». Tiene esta garganta un recorrido de 7 kilómetros y un desnivel del l2 %, atravesando y regando parajes de impresionante y agreste belleza.

Otra garganta es la conocida por «El Helechar», que delimita la jurisdicción con Pedro Bernardo por el Oeste y desemboca cerca de Las Torres en su homónima. Por el Este, y sirviendo de límite con la jurisdicción de Mijares, discurre la llamada gargatilla del Rabollero, vertiendo sus aguas a la garganta de Mijares por los prados del Canillo.
Cuatro gargantillas serranas vierten sus aguas a las dos principales, y son: Gargantilla de la Hoya, de la Cierva, Chorreras Varvás y Jarillas, aparte de innumerables arroyos y regueros de poca monta.

Delimita por el Sur la jurisdicción el río Tiétar, caudaloso y rico en pesca no ha muchos años y hoy ni lo uno ni lo otro. De este tema, mejor no tocarlo. ¡Aquí sí que tienen campo largo y tendido para intervenir los grupos ecologistas!, aunque yo personalmente pienso que es uno de los muchos ríos de España irremediablemente perdidos.

Picos.

Los conocemos como «riscos», y Gavilanes, enclavado en plena serranía de Gredos, tiene la suerte de gozar de incontable número de ellos.

Dos grandes riscos, el de La Guirnaldera y La Curandera, son testigos, cual vigías permanentes, de la vida cotidiana del pueblo. Otros, por más lejanos, no son menos impresionantes: La Cabrilla (1.789 metros), Miravalles (1.850 metros) o el más grande de todos, «El Cabezo», que con sus 2.188 metros de altura, está entre los cinco más altos de la sierra de Gredos y es el mayor de su macizo oriental.

Iglesia.

Para la historia y fundación de la Iglesia remito al lector al apartado Historia, en el que traté de recopilar los pocos datos encontrados por un servidor en legajos extraños a los propios del desaparecido archivo parroquial (fue quemado y destruido durante la guerra civil del 36).

La Iglesia está emplazada sobre un ligero altozano al oeste del pueblo. Construida en piedra de sillería, con zócalo de ladrillo rojo, su estilo es el clásico de todos los edificios de la comarca; en conjunto resulta sobria pero armoniosa en su exterior, con torre cuadrangular y cuatro huecos campanales. Tenía hasta hace no mucho tiempo, portal o atrio enmarcado por dos columnas. Su advocación es la de la madre de María y abuela de Jesús, Santa Ana. En el Compendio de Poblaciones del caballero repoblador de los pueblos de nuestra comarca en el siglo XIV, D. Gil Blázquez, en el capítulo 5, f.º 23, recopilado por Fray Diego de Jesús, dice refiriéndose al repoblamiento de Nava la Solana (Pedro Bernardo): « … é mandó el Señor Rey en su Ordén é Real Provisión que me donó y dió para ello, que fondase los logares firmes é que pudieran subsistir é permanecer. E ansí lo fice, é fice una ermita é puse en ella a LA SEÑORA SANTA ANA, é truge un fraile menor de la nueva religión de Santo Francisco para que dijese misa é confesase a los fieles…» Aunque el párrafo se refiere al repoblamiento de Pedro Bernardo, antigua Nava la Solana, está documentado históricamente que, entre otros, también levantó casas y una ermita en «Los Gavilanes». Dada la devoción del caballero por Santa Ana, bien pudiera ser que la ermita/iglesia de nuestro pueblo la pusiese bajo su advocación.

Ermitas.

En la actualidad Gavilanes carece de ermita alguna. A finales del siglo pasado, en el pago conocido como Cerrito, existía una ermita dedicada a la «Concepción de María Santísima». En el referido Libro de Becerro (1769) se dice: «… tiene (Gavilanes) en sus cercanías una Hermita dedicada a Maria Santisima con el título de la Concepción como a un tiro de Vala de distancia…». Los más ancianos recuerdan que por los años 20 aún existían sus paredes de piedra labrada, que sirvió para reparar y construir alguna de las casas del pueblo. Y en el legajo 2.º del mismo Libro: «…Erección y origen de la Hermita de Nª Señaora de la Concepción y combenio a fabor del Teniente Cura…», y lo firma en el año 1779; por lo tanto, mucho antes de 1769 la ermita ya existía como lugar de culto y mayordomía propia. La víspera del 8 de diciembre, la Concepción de María, se trasladaba a la Iglesia la imagen desde la ermita, devolviéndola en solemne procesión al día siguiente y celebrando en la explanada del Cerrito alegre y ruidosa romería.

En el mismo Libro de Becerro, y en el capítulo dedicado a Las Torres, se lee: «… Las vegas del rio; Santa María en dónde está la Hermita de Helechar con la imagen de nuestra Señora…» En el libro de becerro de nuestro vecino pueblo de Pedro Bernardo se puede leer que la ermita estaba a la vera de la gargantilla del mismo nombre en el pago conocido precisamente como El Helechar, cuya fundación se ignora por desconocerla, pero que su antigüedad debía ser mucha si era cierta una tradición que aseguraba que cuando se fundó la ermita, era Sartajada el lugar más cercano a ella (?), lo cual haría a la ermita más antigua que Las Torres, datado ya como fundación en el siglo XII. En éste, hoy despoblado, se nombraba por un año mayordomo de la Virgen del Helechar desde el 15 de agosto, día de su celebración, hasta el 15 del mismo mes del año siguiente. Este mayordomo pagaba un toro que se corría el mismo día y que se sacrificaba y comía el día de San Roque. Era la romería más importante del entorno, con asistencia en masa de los vecinos de Gavilanes, Mijares, Padro Bernardo, Sartajada, Lanzahíta, Buenaventura y claro está los de Las Torres. Esta romería fue suprimida en el año 1712 a causa de gravísimos alborotos que desembocaron en tumultuosa riña y peleas entre varios vecinos de diferentes pueblos, saliendo a relucir sables y navajas… La romería, a partir de este año, decae hasta el punto de que en 1800 ya no se celebraba. La ermita en la actualidad existe, y aunque el techo está arruinado, aún se mantienen sus paredes. Desde aquí hago una llamada a quien corresponda para, ya que todavia es posible, rescatar de su total ruina uno de los vestigios legado por nuestros antepasados. Se podría comprar el terreno a sus actuales propietarios, techar la ermita, poner la puerta y colocar una réplica de la antigua imagen (la original está en Mijares), y el día 15 de agosto volver a celebrar la romería y fiesta en honor de Nuestra Señora del Helechar, con la ventaja de que todo ello se puede realizar con muy «poquito dinero» por suscripción popular, ya que estoy seguro que ningún gavilaniego se negaría a aportar su pequeño óbolo.

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